7.24.2009

fragmentos en el patio 3

el parto de las amantes:

rasgó la sábana su mano de venas salientes y entre los pliegues escondió su quejido.

voy a sacarte de las brumas, del polvo donde vives. molesta, constante, eres así. no cesas de atormentarme. rociaré tus caderas con abono y crecerán hasta envolver mi rostro. hijos degenerados parirás al sol, doblada en dolor, en sangre viva. hablarán en chino, en jerigonzas, en monosílabos, en lo que quieras, no me importa que no los vas a entender.

la mujer hablaba a la pared de cal y decía, esto no es un monólogo de crisis, de media vida por empezar, de paradojas e invenciones. era una mujer sola, aunque en la cama había otra feliz en su sueño de hamaca y arecas en el patio. la mujer se detuvo y elevó el cuerpo de la silla forrada en terciopelo verde del comedor que quedaba al otro lado de la luna, lejos, muy lejos. vaya, lejísimo. dejó de hablar, ya no hablaba más. la lengua se le había caído. por mentirosa, por pecadora.

la silueta de la catedral se vislumbraba por la ventana que daba al patio. no, espera, no era la giralda, qué va. nunca pudo ser tal cosa. no inventes. era simplemente una catedral de pueblo, una iglesita, un campanario, una capillita con un parque alrededor y un curita pajero en la sombra del confesionario.

y ella era una mujer más, como tantas. como otras. a lo lejos, a través del patio, un hombre tosió. tos de asmático enchumbada en ron. la tos del tío tuerto y la tos del tío anormal, la tos del primo muerto de sida y la tos de los ahogados en el río de san juan, entre los maderos de sor juana, rin ran. todos los fantasmas del patio tosiendo como tuberculosos liberados de su cárcel solariega, tuberculosos sueltos y sin vacunar rodando las grietas del cuerpo amarillo de la mujer, desnudo y frágil. ella, que no hablaba más poque no tenía lengua, por mentirosa, se acercó a la cama donde serpenteaba en pesadillas la otra, la que ahora cosía con estambre la lengua rota, la lengua de trapo, la lengua succionadora, la lengua viperina, la lengua desorbitada de palabras, palabritas, palabrotas a la suya sonriente y fresca. una vez terminado el remiendo cayó, fulminado de muerte, el cuerpo amarillo de la mujer, una más entre tantas otras.

el patio era un verdadero cementerio de mujeres descosidas, pensó en sus sueños la mujer que se mecía en la hamaca.

© omu/de la antología En el ojo del viento: Ficción latina del Heartland 2004

great white (R)egret