8.17.2009

de vida y muerte

te sacan esto y lo reponen con esto otro. cosas que ni notabas existían. zas, fua, zip, zaca, fuif. cosas que ahora te hacen falta. lo mismo pasa con la gente. se quita una y se pone la otra. a veces los cambios se sienten por lo imprevisible, por lo inoportuno, por lo innecesario del acto, como la vida misma. otras veces ni te das cuenta. así es la vida, cosas de la vida, la vida que nace y muere, constantemente.

hablo con mi madre y su voz de mujer roca convertida en arenisca me cuenta sus penurias, aunque me haya llamado para enterarse de las mías. la escucho mientras observo que llueve afuera. apenas puedo mover el cuello y la molestia me hace cerrar los ojos. con voz de chisme sucio, mi madre me cuenta divertida sobre una amiga que hace 20 años no ve. anda de visita en miami y le cuenta a mi progenitora que enviudó hace cuatro. ahora le confiesa que está comprometida con un señor que fue su novio en cuba, hace casi 60 años. mi madre se ríe, entre divertida, asombrada y escandalizada. sonrío complacida. recuerdo a la amiga de mi madre. recuerdo a sus hijas. compartimos muchas noches en el parque de pueblo nuevo. aplaudo a la señora y mi madre cambia el tono. antes, pienso en todas las que se han ido. si algún día volverán.

luego mi madre, con voz queda, me cuenta que murió antonia. me trato de enderezar y me duele el cuello. ay, no, digo. por el dolor y la noticia. antonia era una señora estupenda, cascabelera, risueña y dominante como el maldito sol mayamense. como tantas viejas cubanas del exilio histórico, histérico e histerectómico, antonia sufrió, vivió, luchó mucho las estrechas calles sin aceras de la urbe ciudad-estado. cuando yo la conocí, hace un par de décadas, se dedicaba a la manicuría casera. yo la visitaba cada vez que pasaba a ver a mis viejos. las citas con antonia requerían de por lo menos tres horas. entre manos y pies, se demoraba eso y más, pero valía la pena ya que dejaba esas extremidades en plena forma para los próximos tres meses. yo siempre le daba una generosa propina que triplicaba el costo de la labor.

además, antonia era una excelente cuentista. vivía en una casita un toque desorganizada, llena de perros, loros y cotorras. mientras preparaba los utensilios, hacía café y regañaba a totica, que se había cagado en la cocina, antonia cantaba o tarareaba algo, corría a contestar el teléfono o atender al marido demente, paco, un hombre tosco con boina gallega en pleno agosto. paco le había sido infiel a antonia décadas atrás, varias veces, ella me había contado, y aunque siguieron viviendo juntos y ella lo atendió hasta el último momento, nunca se lo perdonó. cuando ella, por la enfermedad de él, se convirtió en la fuerte, antonia lo manejaba con mano de hierro, pero afectuosa. me maravillaba ver todos esos sentimientos encontrados coexistiendo bajo el techo de la pequeña casa, pura humanidad. la vida sin instrucciones de libro, enciclopedia ni manual.

cuando paco murió, antonia se metió a santera. eso me parecía cómico, porque se pasaba la vida alabando a jesús. se empezó a poner pulsitos y collares multicolores que resaltaban en su piel blanca de cabellos rubios y ojos azules. y es que antonia era hija de un cubano y una norteamericana. un cubano recalcitrante del siglo 19, tan parecido a otros del siglo 20, que prohibió a su esposa hablarle en inglés a sus hijos. por lo tanto, antonia no decía ni "hello" en inglés. y cuando llegó a estados unidos como refugiada cubana, casada con paco, ignoraba que ella y sus hijos tenían derecho a la ciudadanía estadounidense automáticamente. meándose de la risa, ella me contaba cómo se pasó meses estudiando para el examen en inglés para que todo resultara innecesario. y cómo su padre le había prohibido su romance con paco por ser divorciado. y secretillos de su madre y hermanas. los sufrimientos del exilio sesentero. los trabajos humillantes. y tantas otras cosas que me contó la magnífica antonia. sin embargo, la que más recuerdo fue una, macabra, cómica, triste, humana.

llevaba paco meses ya muerto cuando fui a ver a antonia. se veía un toque agitada. le dije que podía regresar otro día. "no te preocupes, niña. siéntate que ya voy...", me dijo y se puso a hacer café. cuando empezó a sacarme las cutículas, me dijo que estaba teniendo muchos sueños con paco. avanzó y me contó más detalles de las infidelidades, uno de sus cuentos favoritos. creo que ejercían en ella cierto desahogo narrárselas a alguien como yo, que nunca opinaba. ella narraba y yo copiaba, en mi mente, cosas que luego apuntaba. ese día me confesó que había visto a paco de nuevo, en la puerta de la casa de enfrente, donde vivía una de sus hijas. con el rabito del ojo miré yo hacia allá por la ventana, aunque no creo en esas cosas.... antonia, calmada ya por el cafecito, seguía, con tono muy natural contándome como eso pasaba a menudo, eso de ver a paco. me contó que se le aparecía por toda la casa, por el patio. que trataba de hablarle, pero que ella lo ignoraba. porque al fin y al cabo era un espíritu. "él lo que quiere es que yo lo perdone, pero si yo ya en vida le dije que de eso nada monada, no sé para qué tanta jodedera ahora... tú no crees, mi niña". yo asentía y miraba hacia todas partes, no vaya a ser.... "pues anoche otra vez soñé con él, lo vi en su carrito de heladero, manoseándose con la nica, tan descarados los dos... y esta mañana, cuando me levanté y fui a recoger el periódico en el portal, lo vi". yo tragué en seco y sonreí. creo que casi también vi a paco en el umbral de la puerta, con el rostro serio y su boina gallega. ah, la fuerza de una buena narrativa...

entonces antonia, con su linda cara de cutis blanco y sus ojitos azules risueños me miró. dejó de arreglarme las uñas y levantó un mano señalando hacia el cielo. "pero eso sí, antes de cerrar la puerta se lo dije, para que no siga jodiendo.... elévate, paco, que tú eres espíritu, así que no te creas el vivo. elévate y no me mortifiques más". por un instante no supe si reírme o qué. antonia lo decía en serio y se lo creí, lo que me acababa de contar. cuando me fui, con mi propina y mis besos, le dije que había hecho bien en espantar el espíritu de paco, que ya arreglarían las cosas en el cielo algún día. su respuesta fue rápida: "lo dudo, pero bueno, que no sea muy pronto...", dijo antonia y se rió a carcajadas.

hoy entierran a antonia y espero que pronto ella y paco hagan las paces. mientras, yo la voy a extrañar un montón. QEPD.