7.21.2010

un extraño estado de felicidad



“… un extraño estado de felicidad…”. Así expresó Ivanesa Cabrera cómo se sentía, rodeada de cubanos… de allá y de acá, esas partículas de un mismo pero diverso color —tiznados y teñidos, nuestros pigmentos y melaninas varias salpicadas sobre un lienzo sinónimo, invisible pero palpable su irregular forma sinuosa de caimán. Ella nos lo dijo y se percibió sutil confesión de voz tímida que luego se convirtió en vozarrón melódico mientras que a cappella nos hacía suyos, recreando con sus compañeros del Teatro Buendía de Cuba estrofas de canciones que acostumbran interpretar en sus presentaciones por todo el mundo.
Ella quien —como actriz principal de La visita de la vieja dama (obra que el Buendía presentará en el Teatro Artime de Miami el próximo viernes 23 de julio)— ya nos había conquistado días antes en las ocho presentaciones (de La visita y Charenton, ambas adaptaciones de Raquel Carrió) que el magnífico elenco del Buendía llevó a cabo bajo la batuta de su directora, Flora Lauten, durante el Latino Theatre Festival que cada dos años presenta el Goodman Theatre de Chicago, curado por Henry Godínez.
Y allí estábamos —actores, dramaturga, directora, equipo de luces y sonido y los “groupies”, sus admiradores— en un pequeño apartamento chicaguense comiendo, charlando, bebiendo, riendo. Compartíamos, y lo sabíamos, un momento excepcional… un extraño estado de felicidad. Las presentaciones y las entrevistas oficiales ya habían terminado. En dos semanas en Chicago, el Teatro Buendía arrasó con la crítica local: TimeOut Chicago; Chicago Tribune: La visita; Chicago Tribune: Charenton; NPR. Y ya, esa noche después de la fiesta de despedida, empacarían sus pocas pertenencias y los múltiples recuerdos e irían al sur… casi casi a casa.
Y al sur van nerviosos de qué van a encontrar. Se preguntan si habrá grupos de protesta. Les digo que no, que no se preocupen. A alguien se le escapa el miedo a la “gusanería”. Es muy joven y yo sé que la palabra es un “byproduct” generacional, un artefacto, trasto, armatoste, artilugio, mamotreto, cachivache, cacharro, clasificatorio de un medio siglo sin luces que nos estorba y obstaculiza el paso. Sonriendo, le digo que mis viejos son parte de esa “gusanería” y tienen todo el derecho a protestar lo que les dé la gana. Que para eso son libres de hacerlo. “Claro, es verdad”, me dice, “disculpa”. Y es que después del efusivo, triunfal y deportivo recorrido por Chicago no quieren que el debut estadounidense se nuble. Pero por jodedora no me puedo resisitir. Les digo que bueno, que el debut “estadounidense” ya se terminó… porque ahora van a debutar en Mayami, esa ciudad-estado considerada territorio libertino, desunido y totalmento desasociado. Otra muchacha me mira sorprendida. “Bromeo”, me apuro a aclararle y todos nos reímos. Les auguro éxito seguro en el Artime, y que sí, que se va a llenar, les repito, que la gente en Miami ansía ver buen teatro y eso es lo que ellos hacen. Sonríen, pero sé que la duda persiste.
Aunque cansados, los miembros del Buendía no cesaron de brindarnos alboroto, cariño y agradecimiento durante varias horas. Allí, en el molote de gente, vi caras que hacía décadas no veía y muchos rostros nuevos. Pensé en los escasos cubanos que apenas se ven en Chicago, escondidos en los pliegues de la fría y gran ciudad. Sin embargo, ayer estaban allí, dándoles una calurosa despedida a personas que apenas acababan de conocer. Gente que sin embargo, ya eran “familia”. Y entre “nosotros los cubanos”, las amplias sonrisas bajo cachetes rosados y ojos brillosos de admiración de “los americanos”, amigos, “fans” y miembros del equipo del Goodman, perdidos con satisfacción en el zumbido del cubaneo, la comida y el trago donados por los allí presentes.
“Así da gusto”, pensé mirándonos y recreándome en tantos espejos: “Así de sencillito y natural todo”. Por eso cuando al rato brindamos, después de múltiples abrazos comunales de despedia propuestos por Flora, me atreví a pedir que volviéramos a alzar copas porque estábamos, en realidad, presenciando “el futuro” y brindando por él. Y era cierto. Habíamos armado, sin apenas esfuerzo, la imagen de “nuestro” futuro en cuestión de horas, en latitudes altísimas y no tan foráneas. Y con ese auspicio, pues todo lo demás es muy posible.
om ulloa

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foto de Mario R. Ponce