8.04.2010

íconos del cubimontón


Hero.Leader.God by Alexander Kosolapov

hoy en tumiamiblog 
un texto de om ulloa

hace poco me invitaron a un almuerzo cumpleañero en un restaurante argentino lúgubre y oscuro en medio de uno de los barrios iluminados de la ciudad de los vientos. con el olor a carne al carbón flotando en la brisa veraniega, justo al cruzar el umbral del lugar los ojos se me achicaron mientras tanteaba con esta pupila incierta y con aquella insomne las figuras allí reunidas. tanto sol y ligera brisa fresca afuera y aquí pura penumbra y fresco falso, pienso y casi choco con una pared repleta de fotos de Evita. repleta replata repluta, replica mi ira. doy el saludo formal a los que ya esperan con paciencia en la mesa. me siento, agarro un pancito caliente y lo embarro de chimichurri. distraída mastico y admiro las sombras de los peatones en la calle que se adivinan distorsionadas por las vaporosas cortinas. “aquí hace falta luz”, le digo al camarero que me sirve agua. “oscurito mejor, para crear ambiente”, me dice distante. lo miro casi bizca de tanto forzar la vista. “¿ambiente de qué, viejo, a las tres de la tarde?”, contesto pero me ignora. el vino es bueno, me informa alguien, aunque no lo bebo. siguen llegando comensales y no aparece la festejada, quien nunca peca de puntual. en la mesa hay colombianos, argentinos, peruanos y mexicanos, como siempre aglutinados todos por esas circunstancias interminables y tan nuestras (en su sentido “continental”) que al imperio nos traen. alguien me roza un brazo y me dice que me quiere “introducir” —léase “presentar”— a una compatriota. me sorprendo del uso de tal sustantivo porque el desverbo ya ni me espanta. es extraño encontrar de ésos por aquí así que me levanto y voy al encuentro con la esperanza de que sea una compo(to)ta de exquisita fruta bomba —léase papaya— o una champo(to)la de chirimoya aromática. es, cuando me la “introducen”, una muchacha de unos treinta y pico con cara rosada y bonachona heredada de algún antepasado gallego y pelo rizado de otro “antepisado” de un poco más al sur. “ah, tú eres la cubana”, me dice sonriente. tratando de ser lo que no acostumbro ni intentar —cordial—, estiro la mano y apenas toco la suya con el pánico a los gérmenes que a estas alturas de pandemias inconclusas me ha entrado, saciada de suciedades y saudades. con prisa digo uno de mis nombres de vocales y diptongos. la muchacha me mira sin mucha sorpresa y tan campante dice: “ay, encantada. yo soy Mislenin”. ...

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