9.18.2013

la jaula y yo

prev. publicado en tumiamiblog

vivo en una jaula. es espaciosa, limpia y con vista a la selva. allí deambulo en círculos trillados por otros que antes ocuparon el mismo aposento. las noches son frescas, pero los amaneceres de cantos y trinos continuos, mojados de gárgaras de rocío son agradables al oído. siempre dan paso a mañanas cálidas y tardes agobiantes de calor. se especula entonces qué hay más allá. con la luz del día puedo entrever senderos que se vislumbran entre los troncos torcidos y el ramaje espeso. a veces, con la caída del sol, me atrevo a pensar en una superficie líquida y azul que los pájaros me han contado se llama “mar”. ése es un vocablo simple que me gusta. es monosílabo. como yo. un mono silábico, algo raro. degusto de los sonidos bien articulados. suelo entretenerme con los núcleos fónicos y sus depresiones sucesivas al emitir su voz… “voz”, otro que no es bisílabo como “jaula”. voz y mar se dicen rápido y no hay que hacer pausa. yo ya no quiero hacer pausas. el instinto animal me indica que me queda poco dentro de mi jaula en el sotobosque. lo presiento mirando la inalcanzable altura del dosel y más allá, donde vuelan las mariposas. por eso, creo, es que me he dado cuenta de que vivo en un cerco, también bisílabo. antes pensaba que era libre porque iba de rama en rama. hasta que me percaté que eran las mismas ramas. seguramente la confusión surgió de la cantidad de hojas en cada una, que era variable. por eso pensaba que eran muchas y diferentes ramas. pero eran las mismas. las mismas ramas todos los días. al captar esa idea algo se zarandeó en mi mente de simio pensante. sentí un peso extraordinario en las patas. noté el surco trillado. entonces miré las aves que volaban sobre mi cabeza, graznando alegres e impertinentes. por primera vez noté sus alas en despliegue, amplias, tensas. sintiendo lástima por el desconcierto de mi mirada una se detuvo. se posó y me habló del mar. la rapidez con que la palabra cayó de su pico me electrificó. ensimismado, sólo escuché los monosílabos… vas (volando) al mar tú (también puedes) ir ya. aquel pájaro de ojos rojizos y pico un poco curvo graznaba sin pausa. a mi argumento de que el viaje era largo, el ave batió las alas con enojo. a mi deducción de que sería difícil saltar el cerco de la jaula, el pájaro puso cara de sorpresa. torció el pescuezo varias veces, mirando a su alrededor. entorpecido su discurso por la prisa con que lo dijo no alcancé a entender del todo lo que arrojó entre chillidos. “no veo los barrotes”, creo que fue lo que me dijo el ave, que alzó el vuelo antes de mi respuesta. con pasos cargados de ira di varias vueltas. sí, eran las mismas ramas de todos los días sobre mi cabeza. las que antes me mentían libertad. una jirafa de cuello sobresaliente me miraba atenta casi entre las nubes, pensé. al achicar los ojos sí se podía ver un claro más allá de los troncos que me cercaban. sin embargo, el ave de pico curvo no vio barrotes. ¿cómo es que ella no los vio y yo por todas partes los veo? ¿cómo es posible tal dualidad de visión y pensamiento en la misma jungla? “no los vio y yo sí los veo”, me repetí sorprendido, pensando que todos eran vocablos monosílabos. individuales. que no pueden ser divididos. di una y mil vueltas con un eco burbujeándome en la saliva: “jaula, sin embargo, es bisílabo”… aún al caer el sol lo repetía… “y se puede dividir, todo lo contrario de mar”… acaparé la oscuridad nocturna para el pensamiento y la división frenética de las sílabas de los múltiples vocablos que me acompañaron toda la noche. con los primeros cantos matutinos el verdor uniformado de la selva me cegó, pero no me amedrentó como de costumbre. sí, era una jaula, no había duda, aunque no tuviera barrotes. pero “jaula”, como bisílabo, se podía dividir… en dos. “barrotes también se puede dividir… ¡en tres!”, exclamé. pero “mar” no. su gloria monosilábica lo hacía indivisible. al igual que la pieza clave, el monosílabo esencial que no permite desgarro. “yo”. por fin lo dije: “yo voy al mar”. luego lo grité. las ramas crujieron. en el sotobosque quedaron mis huellas en el surco trillado de la jaula a medida que en el dosel mi yo se evaporaba. © om ulloa