4.17.2015

beachday

Llevo meses en un trópico desajustado en purgatorio. Sombras, penumbras, ecos de lo ido. Me rodean sólo malas noticias y peores diagnósticos. Estoy harta de las muertes anunciadas y por lo tanto pendejas. La muerte debe ser traicionera e inesperada, trapera. Porque, quién querrá prepararse para ella. Nadie. Nadie dispuesto a tal desperdicio de tiempo. Harta entonces de lo humano, su mísera cobardía, y sobre todo de mi falta de valor para seguir cargando tanto, me arremeto contra el mar. Vestida, no importa como ande, lo he hecho múltiples veces. Al agua me tiro queriendo ahogarme de su belleza en medio de toda esta agonizante muerte en cámara lenta que la vida le regala a mi padre, un hombre bueno, de los que no se merecen este final de mierda. Él que nunca siquiera pensó que era mortal, mi viejo. 

Por eso hoy estoy en la playa, porque de ahí a dónde. Pero me miento, porque vengo huyendo otra vez al mar, y luego mojada con ropa camino cabizbaja, refrescada pero derrotada. Nunca tengo el tiempo para la intención de prepararme: voy a la playa, por eso es siempre combustión e impulso, ese girar el timón y termninar en el agua, flotando dentro de mis paracaídas de vestir, la gente mirándome con prejuicio. LocaLocaLoca. Bah, ya tendida en un malecón de northbeach frecuentado por los rechazados y olvidados, gente que sí sabe cuál es la sombra con la brisa más rica de la zona. Allí me tiro a secarme queriendo ser ellos, libres y sucios, sin complejos. O tal vez no, tal vez sólo quiera ser libre, de todo esto que me ata y de mí misma, que me ensucio sola. Y mientras hablan, a gritos, entre palabrotas, uno le dice a otro: Call me a thief. I'm a motherfuckin'thief. But I'd never steal a woman, fuck no. No bitch stealin'. Hell no this Thief don't do that to a friend. 

Sonrío. Miro el azul entre las palmas, magnífico, veteado de nubes ligeras. Me ha enternecido ese enunciado, mira tú, vagabundo del hampa con esos principios tan bien definidos y respetuosos. Para que luego digan... Entonces, justo para darme el pinchazo merecido, la estocada de la realidad en la que vivo, pasa un asere cubiche lleno de tatuajes hablando por su celular. Oye mija evoluciona --va diciendo mientras gesticula, claro, y se rasca los huevos-- y súbele el volumen a esa capa subterránea de tu vida. Jaaaa. Porque los aseres cubiches no tendrán muchos principios ni sabrán mucho del respeto ni de modales, pero eso sí, se han beneficiado de unaPilaEaños de educación gratuita que les sirve para la tremebunda muela que saben dar con tal enriquecido vocabulario. ¿AsereMeLLamaste? Me río. Es casi obligatorio hacerlo; luego, claro, me echo a llorar. 







caLmwaves